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Mamá, mirame con buenos ojos (Puta madre, puta yo) 🎭

Por  Cami Gots 

 

¿Cómo interpelarnos a todas con un monólogo de, aproximadamente, una hora? Desde mi adolescencia veo obras de teatro, novelas, películas que narran la típica escena de la mujer soltera con ganas de conocer a un hombre amable, que la corteje y que la quiera para toda la vida. La mayoría de estos relatos se vuelven fantasiosos cuando este hombre aparece, como un héroe, y se enamora de ella casi sin decir nada. 

 

Por el contrario, creo que esta obra habla de verdad. Y la verdad, mi reina, es que somos nuestro propio príncipe azul.

 

Jamás aparece ese amado que nos rescata porque, realmente, el príncipe no existe. Y me pregunto por qué, desde que el tiempo es tiempo, se intenta poner en la energía masculina, esos estándares de proveedor, casi absoluto, delegando todas nuestras voluntades. 

 

Mi bisabuela así lo hizo, mi abuela también y mi madre también. También la historia de los Bridgerton, que tan agazapadas nos tiene estas semanas, aunque sea una de las primeras series que representa a una protagonista como todas nosotras, y también como la protagonista de esta obra. Exitosa, inteligente y servicial. Ambas se sienten completamente invisibles. 

 

Sin embargo, más allá de que ambas son historias sanadoras que nos recuerdan que no estamos solas, nada tiene en común los caminos de estas mujeres. 

 

Volvemos a la actualidad. A todas nos pasó de tener ganas de salir a tomar una cerveza, a la noche, con alguien buena onda, pero, no tener con quién salir. Una sensación peor, es cuando ya tenías todo preparado y cinco minutos antes, te dejan plantada. 

 

Esos sentimientos de frustración son totalmente incómodos, y lo que es peor, nos espera una larga noche sin más que nosotras mismas y nuestros sentimientos. Ahí es donde nos convertimos en nuestro propio príncipe azul. 

 

Este proceso interno es más bien universal. Enfrentar el trauma es doloroso, y nos obliga a hacernos cargo, también, de nuestra responsabilidad en todas las miserias de nuestra vida, aún cuando, no siempre son ocasionadas por una misma (aunque muchas veces sí). 

 

La obra se alza en un hilo conductor psicológico y expone lo fuerte que puede ser la palabra tanto como para causar daño, como para remediarlo. ¿Cómo algo que, al parecer, es tan trivial, nos marca todos los días, nuestra forma de comportarnos con el mundo? Y ahí estamos cada uno de nosotres para lidiar con las palabras de un padre, o una madre, que poco sabían de su profesión de ma/paternar. 

 

La sanación es imperiosa e incómoda, ¿Qué tipo de persona somos cuando evitamos nuestros traumas, evadiendo también, nuestro potencial? La obra demuestra cómo eso nos marca hasta el cuerpo, lo importante del ritual en soledad, de sacar todo eso que nos traba, de poner en palabras el dolor para poder gritar el deseo, deseo cohibido por una sociedad, en este caso, que odia a las mujeres. En esta epifanía, nos damos cuenta entonces que ninguna, ningune, cumple con los estándares de la normalidad. 

 

El director y autor Angel Agustín, en su segunda obra viene marcando un sello específico y reconfortante con temáticas sobre psicología. Minimalista y extremadamente profundo, sin dudas, un autor con un increíble potencial que invita a la transformación y a la valoración de la individualidad. 

 

Por otra parte, la actriz Lucia Pereyras ilustra las escenas con una expresión corporal imponente, y que se brinda, desde el primer momento con control total de su emoción y expresión en escena. 

 

Una oportunidad para sentirnos un poco más acompañados al enfrentar aquellas cosas que nos espantan y que nos hacen creer que somos los únicos en el mundo que la sufrimos. Es mentira. Todes estamos heridos y todes lidiamos con nuestras heridas. Esta obra lo demuestra. 

 

FICHA TÉCNICA

Texto: Ángel Agustín y Florencia Prestia. Actúan: Lucia Pereyras.

Fotografía: Lucas Sehoane Prensa: 0KM Dirección: Ángel Agustin